Si afirmo que la sociedad tiene la obligación de inculcar en la conciencia del niño el respeto a los animales y la defensa de los más débiles, es fácil estar de acuerdo.
Si añado que la crueldad hacia los animales, su tortura y muerte, es uno de los ejemplos más evidentes de degradación moral que podemos mostrar a la infancia, también. Entonces, ¿por qué tantas familias siguen abandonando a sus mascotas?
La niñez es un periodo de la vida tremendamente receptivo, por ello padres y educadores tratan de influir positivamente sobre la infancia en ese periodo. No es necesario educar al niño para que le gusten los animales, el niño siente espontáneamente ternura y sensibilidad hacia los animales, pero sí es preciso educarle en el respeto del que son merecedores. Han nacido con una simpatía natural hacia ellos, una simpatía que crecerá o terminará desapareciendo en el transcurso de la vida, según la influencia que la familia y los educadores ejerzan sobre ellos. Enseñarle que debe respetar la vida de los animales, su dignidad, y darles buen trato es la mejor manera de mostrarle el camino correcto.
Es tarea de los padres fomentar en sus hijos el interés y el amor por los animales y educarlos para que los respeten y los traten de manera responsable. Ello redundará en beneficio de los animales, pero también del niño y de la sociedad. Sería difícil encontrar pedagogos, psicólogos o maestros que no admitan la importancia transcendental de educar a la infancia en los valores de respeto a la naturaleza y a todos los seres vivos. Es muy importante que los niños, desde muy pequeños, aprendan, a través de sus padres a respetar y a valorar a las mascotas. El amor por las mascotas les llevará a amar y respetar el mundo natural y a actuar en correspondencia con estos sentimientos, contribuyendo a su cuidado y preservación.
RADIOGRAFÍA DEL ABANDONO
Para abandonar a una mascota antes hay que poseerla y el que posee algo es porque previamente lo ha querido. Por ello, quien abandonó un animal no es aquel al que los animales le eran indiferentes, el que abandonó a un animal es aquél que sintió deseo, interés, apetencia de tener una mascota. Todo abandonador de un perro o un gato fue antes propietario de un perro o un gato, que seguramente llegó a su vida de forma voluntaria. ¿Por qué estas personas, que un día sintieron el deseo de un compañero animal actúan como desalmados delincuentes? ¿Por qué quienes de una manera voluntaria deciden compartir su cotidianeidad y dar cobijo en sus hogares a un animal de compañía, son capaces meses más tarde de ignorar su responsabilidad y cometer la bajeza de abandonarlo?
No sólo somos responsables de nuestra propia vida, sino también sobre nuestra manera de comportarnos con nuestro entorno y muy particularmente, con el resto de los seres vivos que lo habitan. Esa responsabilidad que asumimos cuando libremente optamos por acoger en nuestra familia un animal de compañía, es aún mayor cuando con nuestro comportamiento estemos dando una educación, un patrón de conducta a nuestros hijos.
Fuente: www.grupov.es