No: no es un mastín ligeramente más pequeño, por mucho que se empeñen quienes no conocen bien esta raza. De casi ochenta centímetros de azada hasta la cruz y hasta ochenta y cinco kilos de peso, el germánico leonberger es una raza grande, bastante musculosa y muy fuerte, sin que por ello resulten menos elegantes.
Este perro presenta el pelo largo y liso, más bien duro. Sobre todo cuando se trata de los machos, suelen lucir una melena en el cuello y el pecho. Por lo que se refiere al color del pelo, los estándares admiten el amarillo, arena, rojo, pardo y las combinaciones que entre ellos puedan darse. Eso sí, la máscara será siempre de color negro.
Un perro para convivir con los humanos
La raza debe su nombre a la ciudad donde se originó: Leonberg, en Alemania. Alrededor de 1840, el cabildo local, Heinrich Essig, cruzaba un Terranova blanco y negro con un San Bernardo y a sus crías con un perro de montaña de los Pirineos. El resultado: grandes perros de pelo largo y blanco.
Aunque la Historia, como en muchas razas, nos hace dudar, ya hay constancia de que, desde las primeras décadas del Siglo XVII existen perros muy similares al leonberger. El Terranova, el dogo tibetano y el San Bernardo son los ascendentes más probables de esta raza.
En cuanto a la forma de ser, estos perros como la inmensa mayoría de los de gran tamaño, son muy conscientes de su envergadura y fuerza, de modo que resultan especialmente cuidadosos, tranquilos y amigables, sobre todo su están jugando con niños.
Este perro, que a lo largo del siglo XIX gozaba de una inmensa popularidad entre las clases pudientes, se adapta a vivir en cualquier entorno. De hecho, sólo nos demanda –aparte de los cuidados mínimos- dos cosas: hacer mucho ejercicio y sentirse un miembro más de la familia.