Nos encontramos ante un perro de talla pequeña, de un máximo de veintiocho centímetros de altura y diez kilos de peso. A pesar de su reducido tamaño, su estructura es fuerte, compacta y musculosa. Destaca también por una mirada oscura, penetrante y unas orejillas pequeñas, puntiagudas y siempre alerta.
En cuanto al pelo, siempre blanco, posee una doble capa: la externa es áspera, lisa y de longitud media, mientras que la interna se presenta lanosa, suave corta.
Un terrier atípico
Como terrier que es, el West Highland terrier, o westie, proviene del antiguo tronco común de esta variedad canina y hay que remontarse a muchos siglos atrás para dar con su origen. Los diferentes entornos y gustos han dado carta de existencia a las diferentes razas de terrier.
Si hemos de situar a esta raza en concreto en el mapa, diremos que nace en el condado de Argyl, Escocia en el siglo XIX como descendiente directo de unos perros usados para cazar zorros, los cairn terrier, oscuros en su mayoría, pero de entre los que nacían, de vez en cuando, un ejemplar de color claro, especialmente apreciado porque se le distinguía muy fácilmente en las cacerías. A estos ejemplares blancos se los bautizó como West Highland terrier y se reconocieron como raza en 1904.
Alegres, valientes y tolerantes con los niños
Estas mascotas son muy alegres, intrépidos y activos, además de seguros de sí mismos, todas ellas cualidades que los configuran como fenomenales perros guardianes. Aunque, a diferencia de otros terrier, son muy amistosos con los extraños y, si los pequeños de la casa saben comportarse, se llevarán bien con ellos. Por lo general, además, evitan enfrentarse con otros perros.
A modo de curiosidad, un militar, el coronel Malcom perdió en una cacería a su westie a causa de un disparo errado. Desde entonces se propuso seleccionar y criar a estos animales. La familia Malcom fue decisiva en el desarrollo de esta raza.