Adquirir un perro resulta un trámite muy sencillo. Vas a la tienda, eliges al que más te gusta, abonas el precio estipulado, te llevas un hermoso cachorro con su correspondiente garantía y haces feliz a tus hijos quienes te lo pidieron durante meses.
Todo suena simple y perfecto, si al animal lo pones a la altura de un objeto o un juguete para tus niños. Pero el problema surge cuando comprendes que el perro es un ser vivo, que siente y sufre, motivo suficiente para cambiarlo de esa categoría. Para el resultado final que implica llevarse al animal de la tienda de mascotas, hay un proceso y un trasfondo que implica condiciones de maltrato y explotación.
¿Qué ocurre antes de la llegada del cachorro al hogar?
En principio, estas condiciones no son sólo para él sino para su madre y sus cientos de hermanos. Sí, cientos, producto de la explotación sexual que sufre su progenitora, expuesta a todo tipo de maltratos y aberraciones. Su función es la de ser una máquina de hacer dinero para los explotadores, hasta que deja de funcionar y es desechada. Para ellos, su vida no vale nada.
Lo mismo ocurre con los cachorros, quienes serán trasladados a la tienda para vivir en jaulas minúsculas y esperar el momento en el cual alguna persona se apiade de ellos y los elijan para llevarlos a un hogar.
¿Por qué adoptar?
La satisfacción que produce la adopción de un animal de la calle o de un refugio, no puede compararse con ninguna otra cosa. No solo te hará crecer como persona; sino ayudarás a salvar vidas, ya que por cada animal adoptado hay otro que tendrá lugar en la protectora. Asimismo, no fomentarás la explotación y el maltrato siendo parte del círculo que implica su compra.
Antes de tomar la decisión, recuerda que tener una mascota no es para cualquiera; involucra un acto de compromiso y responsabilidad absoluta. El amor de un animal es incondicional, y si tú lo aceptas como parte de tu vida, él te lo agradecerá por siempre.