Bien traído este último vocablo, le dije. Sin embargo él lo quería mucho, y sólo lo hacía guerrear si sabía que iba a ser algo limpio. En esos rings improvisados para peleas de perros había de todo, payos y gitanos, aunque nosotros preferíamos organizar el asunto sólo entre gente de fiar, entre nosotros.
A los gitanos nos han gustado siempre los perros, continuaba, y entendemos de razas, de los buenos, y de las mezclas que tenemos que hacer para sacar un buen luchador. Yo como te he dicho, tenía un perro de presa canario, un dogo, y ese es un buen linaje, no como los mastines napolitanos que son para cuidar las granjas. Me añade después que hay otras razas como los Staffordshire Bull Terrier, los míticos Bulldog y los conocidísimos Rottweiler que también pueden hacer un apaño para dichos eventos clandestinos. ¡Ah! Y los perros de presa mallorquines también. Espera, espera digo yo.
¿Eventos clandestinos? Yo pensaba que no estaban bien vistas estas peleas, pero que prohibidas, lo que se dice prohibidas, no estaban. Mi amigo me mira, y de repente ve a un payo que no ha tenido un perro en su vida y que tiene pinta de preferir ir a ver un concurso de belleza canina que asistir a una gladiadora pelea entre canes. Entonces es cuando me dice: a los gitanos nos ha gustado siempre tener galgos, mi difunto padre y mi difunto abuelo los llevaban siempre consigo cuando iban por el campo a ver si caía alguna liebre…