Desde las primeras fechas del siglo XVII, en el paso del Monte St. Bernhard, en Suiza, se crearon perros destinados a ser guardianes y, a su vez, animales de rescate. No fue preciso que transcurrieran demasiados años para que éstos se convirtieran en los perros nacionales del país.
Como curiosidad, y a la vez como refuerzo para explicar cómo son estos animales, hablemos de “Barry”, un san Bernardo nacido en 1800 y que fue capaz de salvar la vida a casi cincuenta personas. Como reconocimiento, se le levantó –y sigue en pie- un monumento no muy lejos de París.
Una niñera descomunal
Se trata de una raza gigante, que lega a superar los noventa centímetros en la cruz y los cien kilos de peso. Existen dos variedades, ambas de talla gigante, robustas y musculosas. La diferencia es que una presenta el pelo largo y la otra, corto.
Si hemos de hablar de su carácter, éste responde a su aspecto: recuerda a un abuelito gordo y bonachón que gusta de leerle cuentos a sus nietos. La diferencia es que el perro no sabe leer. Por lo demás, se le apoda el “perro niñera”, debido a la atracción que siente por los niños y su instinto de protegerlos ante cualquier peligro.
Claro que, si lo que deseamos es que ejerza de guardián de nuestra casa, desempeñará tal función apoyándose es su tamaño: no parece probable que nadie quiera apartar a semejante mole por la fuerza.
Sólo hay una necesidad que el San Bernardo no es capaz de perdonar, aparte de las habituales de comida e higiene: la raza es originaria, como ya hemos dicho, de los grandes espacios alpinos, de forma que precisa lugares amplios donde vivir, que le permitan moverse y disfrutar del aire libre. No se adapta a la vida en un piso urbano.